Los restos arqueológicos que nos han quedado -al contrario que la romana- son muy escasos, ya que solían utilizar materiales baratos como el adobe.
Dos espacios había en una casa griega: el de la mujer, el gineceo, y el del hombre, el andrón que reflejaba la habitual separación entre los dos sexos en la vida cotidiana.
A partir del siglo IV poco a poco se fueron construyendo espacios privados más cómodos que irán prefigurando la domus romana al tiempo que las ciudades griegas, las polis, iban dejando paso a la nueva ciudad helenística.
No hay una ruptura sino una transición entre la vivienda griega y la que encontraremos, siglos más tarde, en Roma y las ciudades del Imperio.
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