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sábado, 15 de octubre de 2011

HISTORIA DE GRECIA (I): ANTES DE PERICLES. LOS MINÓICOS Y LOS MICÉNICOS


Sí, antes de Pericles existió Grecia o la cultura griega como antes de Roma existieron los etruscos.
Pericles, el gran estadista griego que convirtió Atenas en la gran potencia del momento, que se rodeó de los mejores escultores y artistas, que impulsó la democracia y que, también, colocó a Atenas en el callejón sin salida de la Guerra del Peloponeso.

Aquí tenéis una visión general:



Existió una Grecia micénica y minóica en donde los mitos y leyendas se mezclan con la realidad. De los mitos ya se hablará a lo largo del curso.
Ahora vamos con la historia. Minos y el Minotauro. La Atlántida y la historia de Evans.



La tauromaquia ("el combate con el toro")


Una civilización destruida por un volcán y una explosión. Su lengua, su escritura. Son muchos sus misterios.
Aquí tenéis una reconstrucción del palacio de Cnosos...


¿Y qué decir de los micénicos? De su historia sabemos poco; mucho de sus mitos. Eso es lo que nos han dejado: Agamenón, Héctor, Aquiles, Príamo, Helena, Troya...
En Troya, la película del guapo Brad Pitt, siempre me ha gustado la escena de encuentro entre Príamo, el rey de Troya y Aquiles, el gran héroe. Quizá porque ya en el original hay un buen material. Y no se empeora, a pesar de la pobre interpretación de este Aquiles.
Aquí tenéis la versión cinematográfica:



Y una traducción del texto de Homero:
"...El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquileo, abrazóle las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan atónitos los que, hallándose en la casa de un rico, ven llegar a un hombre que tuvo la desgracia de matar en su patria a otro varón y ha emigrado a país extraño, de igual manera asombróse Aquileo de ver a Príamo, semejante a un dios, y los demás se sorprendieron también y se miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a Aquileo, dirigiéndole estas palabras:


486 —Acuérdate de tu padre, oh Aquileo, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado a los funestos umbrales de la vejez. Quizás los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien le salve del infortunio y la ruina; pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo, después que engendré hijos valientes en la espaciosa Ilión, puedo decir que de ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diecinueve eran de una misma madre; a los restantes, diferentes mujeres los dieron a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes, a éste tu lo mataste poco ha mientras combatía por la patria, a Héctor; por quien vengo ahora a las naves de los aqueos, con un cuantioso rescate, a fin de redimir su cadáver. Respeta a los dioses, Aquileo y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos.


507 Así habló. A Aquileo le vino deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, apartóle suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo acordándose de Héctor, matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquileo; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban en la tienda. Mas así que el divino Aquileo estuvo saciado de llanto y el deseo de sollozar cesó en su corazón, alzóse de la silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara, y mirando compasivo la cabeza y la barba encanecidas, díjole estas aladas palabras..."

La historia de Troya tal vez no tuviera un Aquiles o un Héctor o un Príamo. Tal vez sólo fuera la lucha por el control económico y estratégico de una plaza fuerte importante de una potencia como la hitita y unos aqueos envalentonados. Es decir, la estúpida y sempiterna pasión del hombre: la avaricia y el dinero.




... pero, ¿qué nos importa la historia si el mito es mucho más interesante y más universal?

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