Un investigador español piensa que esta estatua que podemos ver en un museo de Hamburgo corresponde a una gladiadora con una sica, una espada corta.
En realidad solo tenemos dos representaciones de gladiadoras; esta estatua y un relieve del siglo II en el British Museum.
Tenemos pocas referencias sobre las mujeres gladiadoras: inscripciones sepulcrales la gran mayoría. Se las prohibió ejercer esta profesión el año 200 d.C con un edicto de Septimio Severo. Imagino que por las buenas costumbres ya que salían al anfiteatro desnudas de cintura para arriba.
Incluyo varios textos:
“Hubo una batalla entre grullas y también entre cuatro elefantes, animales, tanto domesticados como salvajes, perecieron hasta alcanzar la cifra de nueve mil; y las mujeres (no de importancia, sin embargo) tomaron parte en estas muertes” (Dion Casio, LXVI – 25.1).
Marcial habla también sobre las mujeres que luchaban en la arena: “No es suficiente con que el guerrero Marte se muestre ante ti invicto, Cesar. Venus en persona te sirve también” (VII) y en su Juegos de caza, “Ilustre fama solía cantarse sobre el león descansando tranquilo en el amplio regazo de Nemea, en los trabajos de Hércules. Dejemos que calle el antiguo testimonio, porque después de tus espectáculos, Cesar, conocemos todas las cosas realizadas por el valor de las mujeres” (VIII). Se dice que Domiciano, el hermano pequeño de Tito, que le sucedió al año siguiente, incluyó en las celebraciones de sus juegos a mujeres como gladiadoras. El, “celebró cacerías de animales salvajes, combates de gladiadores por la noche a la luz de las antorchas, y no sólo combates entre hombres, si no también combates entre mujeres”. (Suetonio, IV – 1) e incluso “algunas veces hacía que se enfrentasen enanos y mujeres” (Dion Casio, LXVII – 8.4).
Juvenal, un contemporáneo de Marcial (XII – 18) es especialmente crítico con las mujeres de familias distinguidas que se ponían en evidencia en la arena, e incluso que por ese motivo, se enamoraban de los gladiadores anteponiéndoles a su familia y patria (VI – 82).
"¿Qué pudor puede mostrar una mujer con yelmo, una que reniega de su sexo? Ama la fuerza… ¡Qué papelón, si hay que subastar los bienes de la esposa: un talabarte y guanteletes y penachos y una media protectora para la pierna izquierda! O si practica otro tipo de combates, ¡afortunado tú cuando tu amiguita venda sus grebas!... Fíjate con qué resuellos asesta los golpes aprendidos y cómo se inclina al peso exagerado de su yelmo…” (Sátiras, VI – 252 ff)
Como siempre, las grandes olvidadas... "¿Qué pudor puede mostrar una mujer con yelmo, una que reniega de su sexo? Ama la fuerza… ¡Qué papelón, si hay que subastar los bienes de la esposa: un talabarte y guanteletes y penachos y una media protectora para la pierna izquierda! O si practica otro tipo de combates, ¡afortunado tú cuando tu amiguita venda sus grebas!... Fíjate con qué resuellos asesta los golpes aprendidos y cómo se inclina al peso exagerado de su yelmo…” (Sátiras, VI – 252 ff)
No esta mal que recordemos que también existieron y sufrieron las mismas penalidades que muchos hombres.
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