A una semana de nuestras elecciones y en plena campaña electoral, me parece muy conveniente hablar de las elecciones que se celebraban en Atenas en el siglo V a.C. y las que se celebraron en Roma durante varios siglos antes de que el Imperio acabara con el sistema repúblicano.
ATENAS:
La democracia en Atenas era un sistema complejo con graves carencias y grandes virtudes. Aquí tenéis varios esquemas:
El poder legislativo:
El poder judicial: LA HELIEA
Sus carencias eran evidentes para un ciudadano actual. Los esclavos, los metecos o comerciantes y las mujeres estaban fuera. Su capacidad de decisión era nula. El sistema funcionó mientras tuvo políticos inteligentes como Pericles; en el momento en que cayó en manos de demagogos e incompetentes, no pudo sobrevivir.
Las ventajas tienen mucho que ver con que nos encontramos con una democracia directa, algo que sólo es posible cuando el número de ciudadanos es bajo. Al ser una democracia directa todos acababan participando activamente en ella; en una democracia indirecta toda la responsabilidad se diluye en los representantes elegidos, muchas veces construyendo sistemas COMO EL NUESTRO en donde los minoritarios quedan excluidos de manera muy sutil de la toma de decisiones.
ROMA:
En Roma no había democracia; podemos hablar más bien de una oligarquía -una minoría senatorial integrada por los patres que luego incluiría a plebeyos enriquecidos- que se encargaban junto al apoyo de sus clientes de dirigir el cotarro y tomar las decisiones que estimaban oportunas para sus intereses.
En este documento -que en una primera parte vuelve a mostraros la historia de Roma- entre la página 12 y la 22 os resume las diferentes magistraturas y el papel que tenían.
Un nuevo enlace HISTORIA LAGO nos proporciona una lista de todos los cónsules de los que tenemos noticia.
Por supuesto era un sistema viciado en su origen, aunque Cicerón lo defendiera como el sistema ideal, porque tenía lo mejor de todos los sistemas: el poder de los cónsules -casi monárquico-, el poder del senado -aristocrático- y el del pueblo en las elecciones -democrático-. Su visión era parcial. El senado tenía en la práctica el poder ejecutivo, legislativo y judicial en sus manos de manera directa o indirecta. Tomaba todas las decisiones y aquellas que no podía tomar o que no compartía, las vetaba. Un aliento democrático existió en la elección del tribuno de la plebe y en las comitia curiata, verdaderas asambleas populares.
El senado y la aristocracia senatorial eran mucho más fuertes que los aristócratas atenienses del siglo VI a.C. y no permitió transición alguna hacia una democracia. Su poder político y económico fue a más; los conflictos de los más desfavorecidos no fueron satisfechos y éstos buscaron apoyo en políticos de todo tipo; sólo los Gracos fueron sinceros. Con su asesinato, serían los populistas como Mario los que llevarían la voz cantante y el ejercito como instrumento quien marcaría el futuro de un sistema que poco a poco fue entrando en franca descomposición. Guerras civiles, mafias electorales, corrupción generalizada, populismo electoral. Tras miles y miles de romanos en las tumbas, César puso las bases y Octavio Augusto cambió todo aparentando que nada había cambiado como diría Lampedusa. La república era sólo un nombre. Las magistraturas estaban vacías de contenido. Quien mandaba a partir de ese momento no era un senado que besaba los pies del gobernante, era el princeps, el emperador.
¿Y en la actualidad? Bueno, estamos en una democracia -no sólo hemos heredado el concepto griego o algunas de las instituciones romanas como el senado- democracia, eso sí, con graves deficiencias, pero no deja de serlo, aunque esté al albur de los intereses económicos y de un sistema capitalista nada democrático.
Este mensaje desde Atenas, precisamente la patria de la democracia, nos tendría que hacer pensar.
Jardiel Poncela dijo: «Desear lo vulgar es perderse en la masa maloliente del rebaño. Desear lo inverosímil es acercarse a la Divinidad. Querer lo inverosímil es ennoblecerse. Querer lo vulgar es un envilecimiento premeditado. Amar lo vulgar es sumergirse en la oscuridad de la nada. Amar lo inverosímil es avanzar de cara hacia el sol. El joven que se inclina hacia lo vulgar nace viejo. El viejo que se inclina hacia lo inverosímil es joven. Lo inverosímil es el sueño. Lo vulgar es el ronquido. La Humanidad ronca. Pero el artista está en la obligación de hacerla soñar.»
De nosotros depende el que la democracia de la que disfrutamos pueda mejorar... o tarde o temprano entre en descomposición... Aún hay tiempo...
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